Cuando salimos a fotografiar momentos únicos de nuestras vivencias, siempre nos sumergimos en ese amanecer o anochecer cálido del verano, en el que la diferencia de luminosidad entre cielo y la tierra hace complicado que podamos fotografiar los que nuestros ojos están viendo. Ante esta situación, la naturaleza nos puede sorprender con otro tipo de tomas, en las que la vida terrestre toma un protagonismo especial, ni mejores ni peores que los anteriores, pero si diferentes.
Todo ocurrió en un día caluroso de pleno mes agosto y ante semejante escena mágica mis ojos detuvieron la vista. En un instante me tope con los dos protagonistas de escena y no pude frenar mi impulso de plasmar ese importante momento en la vida de mis modelos improvisados. En esta ocasión, no llevaba ninguna cámara fotográfica normal, es decir, ni una cámara réflex o una mirorless. Sin embargo, si llevaba mi pequeño smartphone, el cual dispone una minicámara mas o menos aceptable. Tuve las suerte de, que los dos protagonistas se quedaron inmóviles, sin darse cuenta de lo que les rodeaba a su alrededor. Sin pensarlo mucho mas, les dispare dos o tres fotografías, pero por suerte o por desgracia, solamente una de ellas me quedo aceptable y es la que os he mostrado anteriormente.
En conclusión, con esta nueva entrada os quería decir que no siempre necesitamos una cámara buenísima para plasmar bonitos detalles de nuestras vivencias, sino que una simple cámara de nuestro smarphone puede convertir algo cotidiano en algo original.